25 de agosto de 2006

Continuum

Lo que creo que diferencia a un bodegón de un paisaje es que el paisaje se ha vuelto un ideal. En cambio, el bodegón siempre se ha caracterizado, salvando simbolismos, en una reivindicación de lo material y el objeto, de la experiencia cercana. Era el objeto dentro del objeto. El abismo entre la imágen dos géneros se ha acrecentado mientras que por otra parte se ido diluyendo su significado interno. Esto es debido a la fotografía y la publicidad. Nuestra concepción del espacio, de la obra ha cambiado. El ideal de objetividad se ha vuelto voraz y ha devorado la imagen. El informalismo es muestra de ello pues en su repudio de la llamada imágen busca la inmediatez y la "objetividad" del elemento físico. Lamentablemente como ya pude comprobar en la muestra de Ramón Gaya la gente no ve lugares, ve imágenes. Adorno confirma mi epifanía:
"Toda obra en tanto que pensada para mucho, ya es desde el punto de vista de la idea su propia reproducción".
Es como si negaran su propia corporeidad. Cualquier pintura se ha convertido en un paisaje. Ya no es un objeto propio de la experiencia. Es más, su disposición, su manera de ver es cinematográfica. Avanzan sedientos hasta el siguiente fotograma.


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